«Una sensibilidad casi infantil que ilustraba admirablemente sus paisajes y cándidas arquitecturas hilvanadas por un hilo de gracia y jovialidad, un trazo breve pero suficiente para dejar capturado el instante de hábiles y precisos juegos de color y línea, un espíritu y una voz singular con gancho que soñaba entre la algarabía de una conversación cualquiera, eran reflejo de su personalidad extrovertida, burlona y grata.
La frase «posar-li les sabatetes» me resulta difícil de olvidar. La usaba corrientemente cuando se refería al marco de sus azulejos pintados; hasta que no tuviera puesto el marco no lo consideraba terminado. Y lo comprendo perfectamente. Toda obra necesita de un último golpe de gracia para considerarla terminada.
En sus paisajes, las manchas tienen más cualidades decorativas que naturales. Los colores se ciñen a las palpitaciones de una persona muy visceral y muy sensible. Los tonos recogen con directa franqueza los ambientes y atmósferas locales.
Creo que su obra era fiel reflejo de su personalidad. Llegaba a la confección resolviendo una serie de problemas de tipo técnico que aclaraba charlando y preguntando mucho.
Su gran afición a la conversación, fuera del tema que fuera, era una forma de ocultar su gran timidez. Muestra de ello es que sus primeros trabajos los firmaba con el nombre de su mujer, que para él era el todo, su apoyo y su vida.»
Manolo Sales
Ceramista