El Museo del Azulejo presenta una nueva exposición temporal i un sencillo catálogo sobre nuestro artista SILVESTRE, de nombre completo Salvador Aguilella Silvestre, con motivo de la exposición-homenaje que ha llevado a cabo el Museo en el desarrollo de sus funciones.
Exposición y homenaje que son bien merecidos, como todos podemos apreciar y como se explica en el catálogo, por la calidad de su trabajo y por la bondad humana del que fuera también funcionario de correos, cantante, criador de canarios… e infatigable conversador.
El catálogo y exposición forman parte de un programa de exhibiciones temporales que presenta tres fines fundamentales. El primero, honrar y reconocer el trabajo de unos conciudadanos de Onda que han dedicado parte de su vida a la cerámica artística evocando su recuerdo. El segundo, recuperar información básica sobre la figura y la obra de los ceramistas objeto de cada exposición. En el momento presente todavía queda el recuerdo de los que convivieron con ellos, ya sean familiares, amigos, clientes o admiradores; y es posible indagar sobre su legado artístico iniciando una investigación razonada de sus obras. Y en tercer lugar, deleitar al público con estas muestras y estimular con su obra la conservación de un estilo de pintar cerámica y de creación artística, para que ésta haga de aliciente para todos y, en especial, a las generaciones futuras.
La muestra y el catálogo, que corresponde al núm. 4 de la Colección Els Nostres Ceramistes, del Museo del Azulejo «Manolo Safont», han sido posibles gracias al apoyo del Ayuntamiento y la colaboración y entusiasmo de familiares y amigos de Salvador que gustosamente han cedido sus obras para festejar la ocasión.
Una sensibilidad casi infantil que ilustraba admirablemente sus paisajes y cándidas arquitecturas hilvanadas por un hilo de gracia y jovialidad, un trazo breve pero suficiente para dejar capturado el instante de hábiles y precisos juegos de color y línea, un espíritu y una voz singular con gancho que soñaba entre la algarabía de una conversación cualquiera, eran reflejo de su personalidad extrovertida, burlona y grata.
La frase «posar-li les sabatetes» me resulta difícil de olvidar. La usaba corrientemente cuando se refería al marco de sus azulejos pintados; hasta que no tuviera puesto el marco no lo consideraba terminado. Y lo comprendo perfectamente. Toda obra necesita de un último golpe de gracia para considerarla terminada.
En sus paisajes, las manchas tienen más cualidades decorativas que naturales. Los colores se ciñen a las palpitaciones de una persona muy visceral y muy sensible. Los tonos recogen con directa franqueza los ambientes y atmósferas locales.
Creo que su obra era fiel reflejo de su personalidad. Llegaba a la confección resolviendo una serie de problemas de tipo técnico que aclaraba charlando y preguntando mucho.
Su gran afición a la conversación, fuera del tema que fuera, era una forma de ocultar su gran timidez. Muestra de ello es que sus primeros trabajos los firmaba con el nombre de su mujer, que para él era el todo, su apoyo y su vida.
Manolo Sales
Ceramista