La muestra permite conocer piezas de la Grecia clásica, las costumbres y la mitología de la época así como su influencia en la evolución de la cerámica.
La cerámica griega representa, dentro de la arqueología, una gran ayuda para comprender no sólo las técnicas y las modas de la vajilla de la edad del bronce y de la época clásica y helenística de las culturas de la Grecia continental, Grecia de este (actual costa turca) y de las islas del Egeo, sino también un documento de primer orden para conocer la mitología griega y la cronología de otras culturas del Mediterráneo, así como las rutas comerciales que hicieron llegar estos productos griegos a todas partes del continente europeo.
La vajilla griega tiene una variada funcionalidad ya que era empleada para muchos menesteres. Hay vasos para el transporte, como son las ánforas o las hidras, también para beber, como las ciliques o el escifs, los enócoes para repartir la bebida. En otros, como el cráter, se mezcla el agua y el vino para preparar la bebida de los banquetes.
Otras formas están dedicadas a la limpieza personal, así podemos señalar el lecito o aríbalo para contener perfumes y ungüentos, la lecanis o la píxide para poner maquillajes y hierbas.
El barro, desde siempre, y debido a su plasticidad ha servido para hacer cualquier tipo de forma que se adapte a la función deseada.
Son diferentes las etapas de la historia de la cerámica griega, comenzando desde el denominado estilo protogeométrico, que llenaría el siglo X aC y al que seguiría el geométrico hasta finales del siglo VIII aC, cuando se pone de moda el estilo orientalizante.
En el siglo VI aC, los artesanos de Atenas prácticamente se hacen con el control del comercio de la vajilla que se vende en todo el Mediterráneo, debido a una serie de técnicas que tienen una gran aceptación. Es el caso de las cerámicas que reciben el nombre de higueras negras, en referencia a su técnica decorativa. Después y en pleno siglo V aC, se fabricarán los vasos con la técnica decorativa de figuras rojas y piezas completamente negros con tan sólo alguna decoración impresa, las cuales las encontraremos en todas las mesas de prestigio de los diferentes pueblos de la ribera mediterránea de la antigüedad. Este estilo dará paso a la cerámica romana, que se denomina de barniz negro o campaniana, en referencia a la zona de la Campania, lugar donde se fabricó por primera vez, que ocupará en el mercado el relevo de la vajilla griega.
Los distintos vasos griegos se decoran con una variada iconografía que va desde la meramente geométrica a la de animales fantásticos, pasando por la representación de escenas de la mitología o de la vida real de los griegos, como es el caso de ambientes de comidas (Simposio), de gimnasia, o de algún hecho de la aristocracia de Atenas.
La importancia de esta cerámica dentro de las modas de los diferentes pueblos mediterráneos fue tan fuerte que el alfareros de otras culturas, como la ibérica, no dudaron en copiar sus formas. Así durante los siglos V y VI. C., podemos encontrar lecito, enócoes, cráteres, ciliques, etc., hechos en los hornos del este de la Península Ibérica, lo que nos indica la importancia simbólica que llegó a tener la cerámica griega.
En los yacimientos pertenecientes a la Cultura Ibérica que hay a lo largo y ancho de la provincia de Castellón no es extraño encontrar fragmentos e incluso piezas que se han podido recuperar enteras de la cerámica ática, tan del estilo de figuras negras, como de las de figuras rojas, abundando más las segundas.
En la exposición podemos ver un conjunto de piezas que imitan las cerámicas griegas más representativas, las cuales provienen de la colección Francesc Esteve Gálvez depositada en el Museo de BB.AA. de Castellón y propiedad de la Diputación Provincial.